¿Qué hacemos con lo residuos que nos quedan después de la cosecha?
Manejar estos residuos, en lugar de vender, regalar o incorporarlos, tiene más beneficios de los que podemos imaginar:
Primero, el siguiente cultivo se puede sembrar sin barbechar apenas se ha cosechado el cultivo anterior, lo que ahorra tiempo y dinero. Para Bajío, podemos rotar trigo, sorgo, cebada, maíz sin barbechar por varios años y con un poco más de experiencia, podemos incluir otros cultivos más.
Segundo, la labranza cero o de conservación reduce las malezas, tanto en cantidad de plantas y semillas como en número de especies. Si bien es cierto que debemos tener mucha disciplina para evitar la propagación de cualquier maleza, esto ya es posible gracias a los herbicidas modernos combinados con el control cultural.
Tercero, los residuos acumulados hacen más productivo al suelo y poco a poco lo reabastecen.
Ahora bien, el manejo de residuos representa algunos retos. Los cultivos de maíz y trigo producen más paja que grano, lo que significa, en el Bajío, manipular entre 15 a 25 toneladas de rastrojo de maíz o 5 a 12 toneladas de pata de trigo.
La clave para el manejo es trozar lo más corto posible el rastrojo y distribuirlo uniformemente sobre el terreno. Esto se logra mediante el molino instalado en la cosechadora, equipada con esparcidores, y posteriormente con una desmenuzadora razante sobre el suelo. El “manto” del residuo sobre el suelo permite el trabajo con calidad de la sembradora, así como de otros implementos para el manejo de cultivo.
Los residuos aportan al suelo materia orgánica que contiene carbono. El carbono aumenta, sobre todo en relación al nitrógeno, en los primeros años de cero labranza. Esto causa una competencia por nitrógeno entre el cultivo y los microorganismos que descomponen el rastojo. Para reducir esta competencia y asegurar que el cultivo tenga suficiente nitrógeno, es necesario adicionar al menos un 15% más de fertilizante nitrogenado al demandado por el cultivo.
Este extra de fertilizante se debe ver como una inversión ya que cuando el rastrojo se haya incorporado como materia orgánica al suelo hará la retribución sobre los rendimientos de grano, o mejor aún sobre la calidad de las cosechas y fertilidad de su suelo.
La cobertura de paja proteje el suelo del solo y del viento, lo que reduce la evaporación de agua. Además evita el escurrimiento superficial y aumenta la infiltración de agua. Todo esto permite que la humedad del suelo se conserve más. El cultivo crece mejor y produce más, comparado con un terreno desnudo bajo labranza convencional.